miércoles, 1 de abril de 2020

MAS POLICIALES QUE NUNCA. IMPORTANTE!! TIENE FECHA DE ENTREGA PARA ESTE JUEVES 9 DE ABRIL. ENVIAR LAS TAREAS A georginaananiaesc16@gmail.com y escuela16.magalipl@gmail.com

Los cuentos policiales siempre tienen un misterio por resolver y ponen en juego nuestras habilidades detectivescas para descubrir al culpable. 1- Leé el cuento: EL CASO DEL LORO MENSAJERO Aquella tarde llovía como nunca y yo estaba solo en la oficina. Bebí dos tragos de café, con los ojos fijos en la ventana. Sin poder resistirme, con el dedo índice escribí en el cristal empañado por la humedad: Emilio Alterno, detective. En pocos minutos, otra capa de humedad empañó el cristal. Tuve que escribir de nuevo mi nombre y mi oficio, pero, con tanto trajín, se me enfrío el café. Es el problema de estar ocupado. De pronto, un muchacho que no tendría más de doce años entró en la oficina en forma brusca y chorreando agua. Parecía un salmón pecoso, pero más expresivo. Al menos, se lo veía muy asustado. Era alto para su edad y flaco como un esqueleto. Yo lo conocía al chico, pero no lograba recordar de dónde. - ¡Señor Alterno, me ha pasado algo terrible! - exclamó. Terminé de escribir mi nombre en el cristal y recién entonces lo atendí. Primero lo primero. Me dispuse a escucharlo. En este oficio, uno termina acostumbrándose a escuchar. La gente me cuenta sus problemas y yo se los resuelvo. Así es como funciona el negocio. Una pista para Alterno, y Alterno cierra el caso. Ese soy yo: Emilio. Emilio Alterno. El chico parecía un salmón, sí, y tomado por un anzuelo. Pero… ¿quién era el pescador? Intenté tranquilizarlo: - Lo que pueda estar sucediendo allá afuera, muchachito, no te sucederá en mi oficina. Aquí estás seguro. Y para refrendar mi idea, le señalé con el índice la ventana, pero la humedad del ambiente ya había empañado el cristal. Así como la marea borra los castillos de arena, así mi nombre se borraba del cristal. Todo es fugaz. En este oficio, uno se hace filósofo de tanto ver que la taza es blanca, pero el café es negro. El famoso lado oscuro de las cosas. - ¿Estoy protegido aquí? - quiso confirmar el muchacho. - Lo estás, pero ¿cuál es tu nombre? - Me llamo Lucas Máximo Inocencio de La Fuente - respondió. Muy bien. Ya tenía algo. Tenía el nombre del cliente. Así se empieza. - Bien, Lucas. Te escucho. Como si una punzada de dolor le recorriera la cara, dijo: - El loro… ¡El loro!... Una amenaza de… ¡muerte! Tragué saliva. Aquello era espantoso. Un caso demasiado difícil para mis posibilidades. Le señalé la puerta con el índice y le dije: - Seguro que tu veterinario lo podrá solucionar. Hay tratamientos para loros agresivos, en serio. Y si no los hay todavía, los habrá mañana. Adiós. Lucas me miró con los ojos ardientes de furia juvenil. Con sequedad espetó: - Hablo en serio. El loro no es agresivo, pero me trajo una amenaza de muerte en el pico. ¿Entiende? ¡Fue utilizado! Eso cambia todo. Usar un loro de correo era una estrategia novedosa. - Quiero interrogar a ese loro mensajero – dije. Como respuesta, el chico sacó un papel de su bolsillo. - Después se lo presento. Tome, esta es la amenaza. El papel, arrugado y húmedo, tenía la siguiente leyenda: Tendrás tu merecido Hasta el último suspiro A mí no me gusta la lluvia, odio la lluvia; pero más me molesta la violencia. Lucas se mordía los labios, violetas por el frío. Pobre chico: estaba muerto de miedo. - ¿Qué le dije? ¿Vio que era una amenaza terrible? - aclaró Lucas, en cuanto se repuso. - ¿El loro habla? – pregunté El chico pensó un momento: - Habla como hablan los loros, ya sabe: “papa, quiero papa”. No espere una conversación larga con él, tiene poco vocabulario. - Quiero verlo… ¡Ahora! - bramé, como suelo hacerlo cuando me pongo enérgico. Un acceso de tos, a continuación del bramido, me detuvo en el despacho. - Siempre que hubo tos, paró- me consoló el chico. No iba a esperar a que dejara de llover. Me puse la campera y salimos a la intemperie. En este oficio, la comodidad es un lujo. Soy un hombre duro; sé enfrentarme a la lluvia y a otro tipo de desastres naturales, como Julián, mi amigo poeta, un hombre alto y corpulento, que se lleva todo por delante. Entonces recordé de donde conocía al chico: ¡era vecino de mi amigo Julián! Había crecido mucho últimamente, pero esas cosas ocurren a los doce años, es la edad del estirón. Cada tanto, suelo ir a comer a lo de mi amigo. Esturión. Julián conoce la receta del esturión a la canaria. Una delicia. El loro dormitaba en un patio techado, al lado del cuarto de Lucas. Los padres del chico no estaban. - ¿Cómo te llamas?- le pregunté al pajarraco. Era verde, tenía un aspecto extraño: un pico curvo, plumas, alas a los costados del cuerpo. Realmente era un ser extraño. Y no me contestó. Insistí. Lucas me codeó el brazo y dijo: - No crea que no lo entiende. Lo entiende, solo que no le quiere contestar. Pero le informo que se llama Picote. Sonreí. Recién empezaba la investigación y ya tenía el nombre de un testigo clave. - Señor Picote, no es necesario que me diga nada. Sé cuál es su nombre. Picote me observó con indiferencia y soltó una frase contundente: - Quiero papa. Papa. Papa para Picote. Di un vistazo a la casa. En el jardín había un muro. - ¿Detrás del muro vive Julián, el poeta?- pregunté - Julián, el poeta, vive detrás del muro, sí – me aseguró el chico. Tuve una sospecha, una corazonada. Salí a la calle y toqué el timbre de Julián. Enseguida, oí un estruendo lejano. Sin duda, Julián se había chocado la heladera o algo así. Siempre hacía desastres. En dos segundos estaba ante mi amigo, el poeta. Al verme se alegró, pero apenas le respondí con un gesto seco. - ¿Esto es tuyo?- le pregunté, blandiendo ante sus ojos el mensaje con la amenaza. Julián fue a buscar sus anteojos. En el camino, tropezó con una silla y pisó la cola del gato, que maulló como para que se enterasen en China. - Es mi letra, claro- afirmó Julián, ya con los anteojos. - Estás en problemas- le susurré, con pena- ¿Por qué amenazaste a tu vecino? - ¿Amenazarlo? ¡Yo no amenacé a nadie!- dijo, sorprendido. - Está escrito: “Tendrás tu merecido, hasta el último suspiro” – le informé. Julián respondió: - ¡¡Están confundidos!! Vengan, pasen y les cuento. El chico y yo lo seguimos: Julián era tan alto que se golpeó la frente contra el marco de la puerta de la cocina. Con una hoja en la mano comenzó a recitar: No dejaré de escribirte poemas Entre alegrías y penas. Has cometido el crimen de ignorarme Más si tú me lees, sabrás amarme. Aunque te hayas ido Te daré tu merecido. Es a lo único que aspiro. Julián me mostró la hoja y me dijo: - ¿Ves? Aquí recorté esos versos con la tijera, porque sobraban. Coloqué el pedazo de papel con la “amenaza” y vi que encajaba perfectamente en la hoja: Tendrás tu merecido Hasta el último suspiro. A continuación, el poema decía: Te mereces mi amor, Tronchado por tu negación. Porque siempre te amaré. Hasta el último suspiro, por ti suspiraré. Julián, con una sonrisa melancólica, afirmó: - Hice un bollo con los versos y los tiré por ahí. El loro los habrá encontrado. El problema Emilio, es que… ¡mi novia no me quiere más! Le dije que ya pasaría, que el tiempo lo cura todo y me fui. El caso estaba resuelto. Ya en la casa de Lucas, comenté: - Es un caso de amor no correspondido. Típico. No hubo crimen. Lucas no estuvo de acuerdo: - Si que hubo un crimen: la poesía. ¡La poesía se va a morir! Entretanto Picote, con su torva expresión, dijo: - Papa. Quiero papa. ¡La papa para Picote! Afuera no dejaba de llover. Señalé con el índice el techo y le aclaré a Julián: - No, nadie puede matar a la poesía. Escucha. El techo decía algo. El techo decía: llueve. Franco Vaccarini EN LA PROXIMA PAGINA ESTAN LAS ACTIVIDADES 2,3 Y 4. RESUELVANLAS EN LA CARPETA. CUALQUIER DUDA ESCRIBAN A LOS MAILS QUE APARECEN EN EL BLOG. SEÑOS GEORGINA( T.M) Y MAGALI(T.T).

3 comentarios:

  1. hola seño soy zoe de 7 c en la tres nunca dice la respuesta que le dice la amda a julian solo aparece que dice que la chica no lo quiere mas

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  2. hola seño soy zoe de 7 c la 3 que dice que escribamos la respuesta de la amada en el cuento nuncas dicen la rewspuesta dicen que ella no lo quiere mas

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  3. Hola Zoe, ¿Cómo estás? en el ejercicio 3 tenés que pensar una rima que le conteste al poema de Julián, sabiendo que ella no lo quiere más.

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